Lo quiero todo. Quiero eso, eso de no saber. El espejo enfrentando a la nada. El brillo de las ventanas que resplandecen después del frío que las empaño. Porque en esto no lo empaña el calor. Lo quiero al deseo tostado entre mitades de panes, que se construyen en molestas rodajas. Compro el combo, el maldito combo capitalista, te lo compro y sale con fritas patriarcales. Acá estoy gil, chitrulo. Si estas son las malditas reglas que quería, las quiero. Acá estoy, juguémoslo. Maldito día, maldito tu caminar. Chitrulo, varón guapo. Engominadamente guapo, vamos a escribir de los olvidos y los no me importa. Vamos a hacer tejidos de letras sobre la movida de no serse y quererse en cuerpos. Hagámoslo, pero hagámoslo bien.


Quiero las almohadas nocturnas, si no sabes las reglas diurnas. Es un maldito juego de la sociedad, dos egos que solitarios van buscando quehaceres nocturnos. Es así, el maldito juego de hoy, los jóvenes buscan los pormenores que algún escritor ya redacto para que obremos, y ni la creatividad te dicta y ni el físico ni la presión sanguínea cuando se la necesita, entonces varón guapo aprende en la milonga, como se debe hacer el amor sin sentir, el sudor de la mujer, la boleada que corta el aire, aprende, y juguemos este juego bien. No me gustan las reglas que no puedo refutar, aprende a bailar nocturnamente, e inventemos este juego. Lo quiero todo, apura.