No se cansaba de pegar el sol en mi pelo. Mas rubios los ponía. Mientras daba los pasos como podía alguién que no para de bailar, a solas, de a dos, de a uno con dos cuerpos. Me iba sacando discretamente los aros, peinándome, y sacándo el maquillaje que por debajo de los ojos incitaba a mis ojeras a resaltarse y mostrarse ante el mundo diciendo: Si, la pase genial!. Dentro del almacén con una señora sentí la envidia de serse joven y abierta a la creatividad de los días. El secreto de no permanecer en un lugar por mucho tiempo, como lo hacia allí esa mujer hace años. Caminé dos pasos, y me encontré con el recuerdo de un beso tan distante y apasionante. La sensación de ser leve, como flotando en el agua. La sensación de sentirse libre, por la calles de Padua.