Brillo de ojos que piden agua de mares y mares. Tienen la pupila derritiéndose en la manos, todo lo ven. Abrazan el cuerpo lo sostienen con la fuerza de los troncos y lo embellecen con la firmeza de los músculos. Moreno de ojos claros, la piel dorada del amanecer, curtida y extraña. Las manos se deslizaban buscando los músculos de tanto amor y solo se encontraban con una piel reseca, y una boca ajena sin imán, sin arte, sin tranquilidad. El puro deseo había destronado a los valores, era voltearse a ver la luz, y voltearse a ver la oscuridad. Sin sentir, mas que le sensación de lo ajeno y placentero.