Sabés. Me enternecen tus miradas, sabias consejeras. Y es ese el instante en donde tus brazos construyen una chocita donde agazaparme y pasar unas horas, con suerte una noche desnudos, las pieles se convierten en un solo calor. Donde se me figuran playas en los vientos, y olores a lluvia que no me toca porque estoy dentro de un techito construido con ramitas de tus pelos, que se encrespan y se despeinan con tus incomprensiones, con tus lentitudes. Bellos saben construir casitas de ramitas rusticas. Es tu pecho la estufa que se necesita y tus mates en mis manos el mundo. Ya. Quedamos los dos bajo el sol buscando sin saberlo las sonrisas y el que ellas existan son el grato paso de los pájaros, que vuelan todos los días sobre nuestras casas y cabezas, bailandonos los soles y las tempestades. Pasan ellos como los días, que nos envuelven en sin saberes sabrosos. Bailandonos un cuento de amor simple. Como es eso. Simple, tu boca sobre mis ojos. Lo calentito que puede ser un despertar, lo sabio que puede ser escuchar.