Increiblemente se hallaban en el patio de su casa y periferias, dos gigantes. Parecidos superheores, parecidos monumentos, parecidos pilares. Ella jugaba y jugaba alrededor de ellos con una seguridad increblantable, como si existiera realmente cosas que no se rompen.
Un día se enojo, se enojo incorfomablemente con ellos y de pasar a tener colores vivos, y muecas suaves, comenzaron a endurecerse con ella pero seguian grandes y firmes, ella lo que itentaba era desnudarlos, volverlos un poco mas abajo, pero no sabia de esto, solo los criticaba, los unia en un sin fin de exigencias, para acomodarlos a ella que crecia y su altura era mayor y la de ellos menor. Aún así quería ser el centro del patio, de los juegos, la más vista, la más sobresaliente. Por alguna extraña razón quería la atención de los gigantes que quería desvestir.
En un invierno decicdió salir un poco del patio. Reconoció cosas increibles en la calle, reconoció la tristeza y las virtudes fuera de si. Disfruto de los paisajes ajenos, disfruto de las risas callejeras. Sin darse cuenta echo un vistazo a los gigantes que asomaban aún como estatuas rigidas y ya sin tanto color, pero esta vez tenían como comida los pelos, les faltaban algunos, y en ese instant de observación se cayo la naríz de la mujer, y asi se comenzaron a caer. No lo podía creer, ella los quería desvestir y les había dejado de prestar atención y ahora empezaban a desaparecer. ¿Cómo podía ser? Corrió al patio dejo toda la realidad de la calle, y se aboco a observar y pensar como podía ser que se le halla caido la nariz a la mujer, recordo que penso un tiempo atrás que ella le contaba sus lagrimas y las razones a aquella gigante y ella le ofrecia el peso de su monumentalidad, y asi se curaban todo, las lagrimas las causas. Pero hace un tiempo atrás penso que las lagrimas empezaban a ser poco limpiadas por la gigante que era muy roca, muy rigida, muy vulnerable. Desde ese entonces ya había observado un poco de fragilidad en su rariz pero jamas penso al punto de que se llegara a caer. El gigante varón siempre fue sereno, y trato de cubrirles los baches, los juegos inconclusos se resolvían con arte, pero desde hace un tiempo venia peleandose en una dialectica de amor-odio inresuelta y decidio darse cuenta que amaba a aquel gigante y que no había problema alguno en disfrutarlo asi, bruto, gris, ordinario, y comenzo a charlar con él descubriendo sabores en las charlas de la vida, que la mujer gigante no le podía ofrecer. Asi tan cercano el gigante varón, de tan cerca que estaba ella le observo una pequeña mueca de tristeza ¿Y donde se hallaba la sonrisa definida que veía desde lejos todo el tiempo? ¿Acaso ese varón gigante sería humano?
Priemero llegaron los percusionistas tocando ritmicamente candombes de rocas chocadas contra el piso del patio, en un amoroso candombe uruguayo pedazos de los gigantes caían, chocaban las piedras en el aire entre sí, liego chocaban contra el piso, parche de amor y de percusión. Luego llegaron los comparsistas bailando alegremente los ritmos de las caidas de los gigantes se paseaban las lagrimas comparsistas entre las piedras, tocando los polvos de los estruendos en el piso, girando sobre las rocas monumentales ya caídas. Ella la pequeña con muchos metros mas encima, atonitamente encontrada en la entrada del patio, no podía hallarse. Su patio no estaba como ella lo jugo tanto, no sabía para donde ir. En cambio, las artes de la vida la invitaban a bailar a sentir los estruendos y bailar, sobre las piedras desmoronadas, sobre lo que ya no es, y que ahora es eso, un baile musical para recobrarle la vida y rehacer algo con las piedras de los gigantes que fueron desapareciendo ese día. Le costo mucho, pero de apoco acompañada y sola a la vez fue saltando piedras, las esquivaba, luego las acepto y camino, se caía entre los espacios de las piedras pero seguía y seguía maravillosamente todo lo que había aprendido en aquel patio con los gigantes y sus juegos lo estaba aplicando, más la experiencia de las risas ajenas de la calle, y la tristesa en los otros aprendió, se sento luego del carnaval que hubo con percusionistas y comparsistas, sobre una rruina a sentir el calor suave que la piedra irradiaba por el sol, y allí sintió que estaba con todo lo anterior, se acerco una mujer vulnerable, simpatica y humana, se acerco un varón sereno, bruto y sensible. Sola no estaba, ya no había superheroes, ya no había problemas resueltos siempre, pero había un amor genuino, sentados los tres a la misma altura humanizandose, queriendose y disfrutandose, ahora sí sobre lo llano y concreto, o al menos jugando un mismo juego. ¿La vida será? Otras formas de amar, el amor se transforma, sobre un mismo echo para crecer y expandirse. El cielo se desvistio, mas no los gigantes como ella quería. Las nubes eran blancas y eran nubes. Ellos humanos.