11.28.2016

fue llevarlo a recorrer la identidad argentina y volver a un cuarto donde solo entraban dos para despegar del propio cuerpo, y comenzar a existir desde los sentires que provoca el otro. era la conexión de encastre , dos arcillas que navegan de la misma materia y con el mismo fin. recordar y sentir fuego en la pelvis. no había dialogar mas que con el cuerpo, dejarse encandilar, hablar de amor era descoordinar pasos, pensarse ajenos, y aun así, seguir queriendo encastrar esa pieza imposible, hasta querer hacer recortes, cambiar la forma del otro, esa misma forma que nos entrega de los mas profundos placeres y felicidades, cortarla implicaba perder, restar. en el amor y en el arte solo existe construir, destruir para provocar una emoción evocadora, un sentido y eternizar. quedamos sin sentidos, llenos de éxtasis en los mas primitivos, con la emoción de lo imposible y eterno en nuestros besos. nada mas se, solo la imposibilidad jugando al máximo, prenderse fuego, cortarse, cortar al otro, sin ser interpretes de ningún amor. solo tal vez, flashes ensordecedores de lo efímero de la atracción. sin saber, sin poder construirnos en la elección de amar porque posible y simplemente nunca existió el barro de esa construcción, al querer vernos teníamos las manos vacías, y ya habíamos resistido a la idea de poder. tu barro se despegaba del mio, porque para mi el amor estaba en otra parte.