me acuerdo exactamente el instante. te paraste frente al abismo de los pliegues que generan las sabanas cuando se arrugan y la luz de la luna las penetra para hacerlas olas gigantes de algún mar. Estabas dispuesto a atravesarte con tu misma mano, soltarte la propia para establecer un buen puente entre tu brazo y la parte interior de mi rodilla. Pero era tarde hermoso, ya había cruzado toda tu piel con cada beso diciéndote te quiero y no pude dejarme atrapar con un simple zarpazo. Salte de la cama y corrí, lejos de ese mar embriagante que te pertenece. Mi reloj marcaba un tiempo para volver, pero tarde era otra vez, tenías que navegar. Si no existieran las distancias, estaría hoy metida en tu cama abrazada a los tiempos de mi reloj.