6.12.2013
No tiene poesía. Me mira guiñan sus labios hacia mis pliegues, me acaricia la espalda con excusas inventadas sobre el vuelo de su piel sobre la mía. Salgo y viene atrás mio, me sorprende pero mis gestos reciben ordenes de no alegrarse. Habla sobre sus vanidades sutiles y pequeñamente cubiertas. Puedo sonreirle a sus ojos y que me diga que le mire el brazo. Que le mire el brazo y que me toque el pecho. Me toca el pecho y me pide un deseo. Su deseo no se lo cumplo y me pide algo parecido, casi igual. Su insistencia en la paciencia del tiempo. Me mira las uñas, compara colores. Me toma de la espalda, de las manos, de los pies. Me cuida el brazo. Me observa el estilo, charla sobre mi. Me lo hace saber, todo me lo hace saber, y yo solo me dejo entrever. Ver que haga en mi, y yo mirarlo como hace y deshace sin construir nada. Por ahora los ladrillos minuciosos, suaves gestos de placeres, de agrados, de mirares. No hay sorpresa, no hay poesía, es una travesía de juegos, de deseos, de pieles buscando sudor.