4.07.2013
Regaderas de aguas tibias recorrieron mi piel, en el instante en donde me explicabas una técnica de relajación. Pude sentir el estremecer de la adrenalina al soplar tu aliento tan cerca de mi oreja, incorrectamente gire mi nariz hacia la tuya y el paso siguiente fue dejar libre a mis labios. Disfrutando tus caramelos de durazno se encontraban, dando rienda al abrazo de los labios nuestros, que mas que abrazo era un encuentro detenido en el tiempo que esperaba realizarse por el puro placer de saborear esa saliva escondida en una boca tan dibuja en cálidos mixturada con lo rígido de la piel curtida, de comerse los labios, de comerse lo besos enterrados que trataron por mucho tiempo de renacer en miradas incontroladas, en juegos cercanos, en la equivocación de la mano que sin saberla controlar se fue directo a tocar esa parte del cuerpo que ansiaba hallar. Tímida gire mi mirada, ¿Qué sabia si seguir o no? tenia un contradicción oculta mayor. Me retaste, confirmando la ingratitud de mi echo, pero debo admitir, me sorprendiste con tu contradicción también. Agarraste mi cara, la giraste hacia vos y nos volvimos a abrazar con los labios de deseo. Escondidos de una mujer, escondidos de una amiga tuya, escondidos de la contra adicción. Me levante caminé, pero ya no estabas te habías transformado en otro, que a gusto me encontraba pensando en el dejarme libre al calor humano.