Golpear puertas por lo divertido que es verlas abrir y cerrarse.
Entrar en mundos nuevos, paisajes alucinantes.
Sentir el viento que sopla como un huracán en tu cara, cuando una de ellas se cierra.
Acobijar la incertidumbre que se plantea ante la insinuación de un camino.
Golpear puertas, por puro gusto.