Las vías encarriladas a un desvío que conduce a un valdío de alegría de todos los colores, de años mejungiados y sueños contratados a cumplirse por soñadores.
El tren que descarrila a los encarrilados en carros desarmados. Es continúo de asientos, de esapacios y objetos para ser herramientas de mejoras de ese tren que conduce al valdío. Los pasajeros que conlleva en sus valijas mucho más que sustento eterno de pasaje que no se compra, que se tatua naturalmente en algún paisaje de cada viajante. Y ese combo que se elige entre las opciones que mas te inquieten se rejunta en las sensibilidades de cada conexión de tus órganos y eso le sucede a todo viajante del tren que va a las chapas, a veces lento, bien armado, sucede que se aquieta y vuelve a arrancar.
Ese medio de transporte creado en la imaginación real de los pasajeros hace que su valdío figure a cuadras siempre, sabiendo que llegarán porque en el valdío se estan construyendo un par de pastos eormes y nos están esperando. Por eso nosotros cuando vamos mirando desde las ventanillas y vemos a los localmente sedentarios les decimos con nuestras luces que los estamos esperando como esperan por nosotros en el final de este viaje. Se hace imposible por mas de que nos reclamen una cordura irreal en mentes reales, no querer tenerlos cerca, auqnue sintamos que nos separa el moviemineto, esos roces de voces y miradas están y ahí es donde nuestra alegría se renace cuando proyectamos en el otro la necesidad de ser creados y la obligación de darle la mano a la creción de aquél y aunque la alegría existe por la tristeza es por ella que nuestro paraje es nuestra estadía. Es que todos sabemos que el valdío se construye desde un principio y espera por cada uno de nosotros para su refaccionamiento siempre.