9.26.2010

El centro como escondite

El laberinto. Encruzijadas de enredaderas, puede ser un laberinto de metales platinados pero es de maderas y verde. Es de viento mareante que atrae diferentes olores lejanos de gente adentro como él. Es lo que no te animaste vos. Lo cargo él. Caminos duplicados, de ida y vuelta, camina sin retroceso. Se larga a caminar en la noche desesperante a ese centro del laberinto, ¿No te dije que no busca la sálida? no la busca. Trota plegando su cuerpo a la matrix de enrriedo, donde está ella esta su casa elegída. La casa antigua no lo comprendía, el mundo no lo sostenía. Corre y ama hacer correr la sangre dentro de si, lo caliente en las venas ardiendo de desencuentro celular, sudor veloz esquiva los pelos estatícos. Las muertes de las celulas de su cuerpo las cuenta una por una cada diez minutos. Se desprende de su cuerpo cuando ve una esquina amarilla, cree haber encotrado la razón de su vivir, cree como un niño haber hallado ese caramelo en el cajón, cree como un condenado que cree. Demente de su porvenir porque lo de atrás lo hacecha con firmeza de dolor de no sanar jamás, eso cree, que cuando llegue allí la matrix lo envolverá, le dará un mimo para dormir por decadas hasta que una lágrima se desprenda de su pupila, cuando eso pase dormirá, su madre en el centro lo espera sola sin su papá, es que ella lo trajo al mundo que no entendía su dolor y sólo ella lo anesteciaba con amor. Ella se hizo cargo en los años de vivir, a la hora de morir le dijo: encontrate en el sistema y caducó en un suspiro. Le dijo tanto de un carozo de fruta que cuando apenas lo soltaron en ese laberinto corrio hacia el carozo del lío como lo está haciendo ahora en esa vuelta de esquina dejando huellas atrás, dejando cosas pasadas y viendo nuevos enrriedos de caminos. Le gritaron: ¡proyecta una sálida!. Sólo proyecto el interior de ese laberinto sin matrix.