Se le esta conociendo el gusto a la diversidad. La diversidad vista desde la punta del hombro de ese triangulo tan marcado como lo es la espalda de un varón. Hay sierras, mesetas, montañas empinadas, pero hay tierra. En cada uno se haya lo sujeto a la piel, la pasión por un amor, y lo movedizo de las indecisiones propiamente humanas. Lo ameno es que lo triángulos sean tan respetuosos de invitarte a caminar y te dejen mirar el paisaje, desmenuzando en los sentidos cada paso como a toda exploradora le ambiciona. Estar, abrir los huecos que canalizan lo interior con lo exterior, luego saludarse con ternura para decirse: Adiós.