Tus hombros llevándome a mi centro.
Querer robar tu labio inferior,
guardarlo para cuando lo quiera,
que me queda la sensación de tenerlo dentro de mi boca
después en el día.
Que me sostengas.
Tu cuerpo perfecto.
Tu olor, decisivo.
La alegría.
Y después la alegría
de no querer soltarte más.
Y reirse.