7.01.2011
Tatiana
Nadas en una marea sana, liviana y tranquila. En esas idas es cuando mejor te encontras y estas con vos, yendo a lo llano y de nuevo a lo profundo. Lejos visualizas un barco, que no se sabe porque a los segundos ya esta a tu lado, sera tu anhelo de tenerlo, sera mi viento. Me mojo el brazo mientras charlo y te cuento lo que hay más lejos, nada más desconocido para mi que lo que nunca tengo, creo mirarlo y saber pero es tan poco y vos escuchas todas las boludeces que puedo creer. Te invito a que nos vallamos por ahí solo un rato, a fijarnos como el viento sopla sin dejarnos de decir que esta ahí, nos sumergimos en la nada, compartimos eso. Nos sentimos tan a gusto que prometemos repetir otra vez la nada, que tan vaciamente nos gusta. Sentimos la injusticia, de no coincidir. Y sonreímos viciados, y llenos solo por el aire, solo por la nada, o solo por lo que no vemos, y vagos los dos, no queremos esforzarnos en sentir, el agua nadar. Vos ahí, yo acá. Por si sufrimos, como sufrimos, sufrimos. Y reímos, muy desgraciadamente nuestra risa es casual, de a dos, de a uno, y queremos sufrir. Extraña razón para darnos gustos ciclotimicos, para entrar en túneles de agua, de sol, de besos, de aire, de ojos, de pelos, de arena, de a dos, de pies, de a uno, de a uno, sin dos.